Ecos del encuentro anual de los hermanos y hermanas jóvenes en Francia

Jean Vanier nos habló ampliamente de la espiritualidad del Arca como de una espiritualidad del encuentro.          
 

Cada año nuestro grupito de los hermanos y hermanas más jóvenes de la Familia Carlos de Foucauld de Francia se encuentra durante unos días alrededor de un tema, para rezar juntos y también y quizá sobre todo para encontrarse y conocerse mejor. En general somos unos 20 y ya pudimos encontrarnos en lugares como el Tubet, Viviers… Deseamos poder encontrar a Jean Vanier y el Arca. Pasamos 5 días en un lugar de acogida para retiros en la comunidad del Arca en Trosly (cerca de Compiegne – lugar de fundación del Arca) en un ambiente muy fraterno. Cada vez es una alegría muy grande estar juntos y profundizar nuestras relaciones. Aprovechamos para descubrir los diferentes proyectos y experiencias que nacieron en nuestras Fraternidades: las hermanitas del Sagrado Corazón en la Courneuve, los Discípulos del Evangelio en Marsella, las hermanitas de Jesús en Ceuta y Calais.

También fue un regalo muy grande poder tomar tiempo con Jean Vanier y escuchar su experiencia. Nos habló ampliamente de la espiritualidad del Arca como de una espiritualidad del encuentro, ¡que también tiene muchas cosas que decir a nuestra espiritualidad! Especialmente nos ayudó a mirar con confianza nuestra propia humanidad y la del otro, y a reflexionar sobre el valor de la fraternidad. Insistirá sobre la importancia del corazón: “pasar de un corazón de piedra (que tiene miedo y se encierra) a un corazón de carne (que acepta su vulnerabilidad y se deja impactar por los otros)”

Jean nos indicó una palabra clave para definir la madurez humana: la ternura, es decir, transmitir al otro nuestra manera de escuchar, de hacer, la alegría de encontrarlo tal como es.

Jean insistió mucho en el poder evangélico de la fraternidad para las personas que vienen a llamar a nuestra puerta. En una cultura que enseña que sólo se vale si se tiene éxito, si se gana a los demás, si uno es impecable, en una comunidad se hace la experiencia de un lugar donde los hermanos y las hermanas intentan vivir mutuamente la escucha, la acogida, el perdón, la alegría de estar juntos, la gratuidad. Eso hace decir: la paz, tal vez, ¡todavía es posible! Juan nos animó, casi envió, a ser como comunidades “fuentes de paz”, que beben en la fuente que es Jesús y se convierten en ríos de agua para los demás”.

En particular, Jean nos dejó dos iconos evangélicos: la Samaritana (Jn.4) y Lc. 14 (invitar a una comida a los pobres). Son dos textos que deben inspirarnos en nuestra manera de encontrar a los demás.